viernes, 21 de junio de 2013

El código Houdini

Harry Houdini fue un famoso ilusionista y escapista, responsable de convertir el escapismo en un entretenimiento reconocido. Nació en Budapest el 24 de marzo de 1874. Su verdadero nombre era Erik Weisz. Su familia se trasladó a Appleton, Wisconsin cuando él tenía 4 años, debido a que su padre había sido designado rabino de una nueva congregación.



Para ayudar a su familia económicamente, Erik comenzó a trabajar desde muy pequeño vendiendo periódicos y abrillantando zapatos. Pero un día, su padre lo llevó a ver a un mago y quedó tan impresionado que comenzó a interesarse por la magia. Se marchó de su hogar en busca de fortuna con circos ambulantes, pero regresó con 13 años, cuando su familia se trasladó a Nueva York.

Sacó el nombre de Harry Houdini al leer las memorias de Jean Eugène Robert-Houdin, considerado como el padre de la magia moderna, a quien el joven de inmediato convirtió en su ídolo. Decidió utilizar el apellido del mago, añadiéndole una i al final que quiere decir “parecido a Houdin”.

Houdini en 1890

Aunque comenzó su carrera como mago humorístico haciendo trucos con barajas, pronto comenzó a considerar practicar el escapismo. En aquella época algunos espiritistas invocaban fantasmas mientras permanecían atados, para evitar sospechas de fraude. Houdini percibió que se liberaban manipulando la escena con efectos mágicos, que aseguraban eran reales. Houdini decidió convertir el escapismo en el número principal de la actuación, dejando completamente fuera los contactos con espíritus, ya que no creía en fantasmas y consideraba estas actuaciones como grandes farsas.


Aunque era profesional en todas las ramas de la magia, era conocido por sus escapismos imposibles. Concebía la magia como un espectáculo en sí misma y demostró gran habilidad para liberarse del interior de cajas fuertes arrojadas al mar, de camisas de fuerza colgado boca abajo de rascacielos, de esposas, cuerdas, baúles cerrados con candados y cadenas de cualquier tipo. Hay quien dice que una obsesión de Houdini era la muerte. Llegó un momento en su carrera que casi todos sus retos supusieron un enfrentamiento directo con la muerte, espectáculos que cautivaban, a la vez que agobiaban, al público, tanto que algunos abandonaban la sala antes de que terminara la actuación.

Siempre tuvo un gran afecto por su madre, algo que marcó su vida y que a veces llegaron a calificar en cierto modo de “enfermizo”. Al morir su madre decidió dedicar su vida a desenmascarar a los médiums, reproduciendo y denunciando sus trucos y publicando artículos en revistas sobre sus trucos y la psicología del engaño. Los millones de muertos de la Primera Guerra Mundial, así como los avances en las ciencias, la electricidad y el cambio de siglo habían producido un resurgimiento de lo paranormal. En salones de espectáculos médiums y espiritistas hacían su negocio contactando con el más allá.

Con su madre y su mujer
Houdini nunca había creído en el espiritismo y tal vez el detonante de esta guerra contra los espiritistas comenzó cuando una médium intentó contactar con su madre, fallecida años antes. Cuando la médium transcribió el “mensaje literal” que había recibido, Houdini reveló que difícilmente podía ser su madre porque el mensaje estaba en inglés y su madre solamente hablaba una mezcla de alemán, húngaro y yidish. La médium también le comunicó que el mensaje lo encabezaba una cruz, pero su familia era judía.

Se disfrazaba y, gracias a sus conocimientos, acudía a reuniones para desenmascarar a los farsantes. Antes de morir, preparó una prueba definitiva contra su tan odiado espiritismo. Creó un código, consistente en diez palabras secretas, que comunicaría a su mujer en el plazo de diez años tras su muerte. Si alguna vez contactaba a través de algún médium «desde el más allá» usaría esas palabras, de modo que ella pudiera tener la certeza de que el contacto era genuino.

El Bidón de leche, uno de los tantos trucos de Houdini. Se trataba de un angosto bidón relleno de agua en el que era sumergido completamente y del que escapaba tras unas cortinas, fuera de la vista del público. Le pedía a la gente contener la respiración tanto como él mientras intentaba escapar (algo que nadie conseguía) a la par que un gran reloj mostraba el paso de los minutos. La realidad era que solía escapar al poco de entrar.

La muerte de Houdini se podría calificar como absurda, sobre todo después de enfrentarse cara a cara con la muerte innumerables veces durante sus espectáculos. 

En octubre de 1926, Houdini se encontraba en Montreal, mientras descansaba tras haber terminado uno de sus espectáculos unos universitarios se dirigieron a él. Uno de ellos le retó a recibir unos cuantos puñetazos en el abdomen, para comprobar si su resistencia física era tan legendaria como se decía. El mago aceptó y dijo que respondería con una sonrisa a cada golpe del muchacho. Pero mientras se preparaba mentalmente para encajar el dolor, recibió un primer puñetazo muy fuerte de un pelirrojo llamado William Lances, el cual era la estrella de boxeo de la universidad, a éste primer golpe siguieron varios más. Aunque Houdini aguantó con una sonrisa durante la apuesta, los puñetazos le provocaron una rotura de apéndice que ya estaba inflamado a causa de una apendicitis.

A pesar del dolor y la fiebre Houdini quiso seguir trabajando durante los días siguientes, pero sufrió dos desmayos en una actuación y fue hospitalizado. Tras varios días luchando contra la enfermedad, sucumbió. En la madrugada del 31 de octubre de 1926, Houdini fallecía a sus 52 años. Los médicos emitieron un informe en el que indicaban una peritonitis como causa de la muerte. Aunque no estaba claro, los médicos dijeron que el apéndice podía llevar días inflamado antes del incidente con los estudiantes.

Houdini y su mujer Bess

Durante diez años después de la muerte del mago, su mujer realizó múltiples sesiones de espiritismo, esperando oír las diez palabras con las que su marido le había prometido comunicarse con ella. Durante todos eso años, diversos espiritistas aseguraron haber entrado en contacto con el espíritu de Houdini, aunque su mujer aseguró que nunca recibió el código secreto.

Transcurridos los diez años, Bess celebró una última sesión, sin éxito como todas las anteriores. Apagó una vela que había mantenido encendida junto a la fotografía de su marido y dijo: “Diez años son suficientes para esperar por cualquier hombre”. Desde entonces, es tradición invocar al espíritu de Houdini cada 31 de octubre.



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