viernes, 30 de mayo de 2014

Jack el Destripador


A mediados del siglo XIX en Inglaterra hubo una gran afluencia de inmigrantes irlandeses, refugiados judíos del este de Europa y de la Rusia imperial, lo que superpobló las principales ciudades inglesas. En la parroquia de Whitechapel, en el East End, se comenzaron a sentir los estragos del exceso de población, lo cual provocó un decaimiento en las condiciones de trabajo y vivienda, así como el significativo desarrollo de una subclase económica. De igual manera, los robos, la violencia y la dependencia del alcohol se convirtieron en asuntos de naturaleza habitual para sus habitantes, mientras que la pobreza endémica encaminó a muchas mujeres a recurrir a la prostitución como último recurso para subsistir. En octubre de 1888, la Policía Metropolitana de Londres estimó que había un total de 1200 prostitutas y 62 burdeles en Whitechapel. El racismo, la delincuencia, los disturbios colectivos y la auténtica pobreza alimentaron la percepción pública de que Whitechapel era una guarida de inmoralidad.

En 1888, dichas ideas se fortalecieron cuando una serie de grotescos y depravados homicidios recibieron una cobertura sin precedentes en los medios de comunicación. “El asesino de Whitechapel”, “Mandil de cuero” o “Genio independiente” son algunos de los alias con los que se conocía al asesino en serie que perpetró los crímenes, pero sin duda el apodo por el que más se le conoce es “Jack el Destripador”. Este nombre apareció por primera vez en una carta escrita por un desconocido, que declaró ser el asesino. El nombre se extendió por los medios de la época como la pólvora y pasó a ser conocido por toda la sociedad. Varias fuentes consideran que la carta fue una broma de mal gusto enviada por algún periodista, en un intento de aumentar el interés en la historia y, al mismo tiempo tal vez armar un escándalo.


El gran número de asaltos contra mujeres en el East End durante esta época añade incertidumbre al número de víctimas asesinadas por el mismo individuo. Once homicidios de dieron en la zona entre el 3 de abril de 1888 y el 13 de febrero de 1891, conocidos como “los asesinatos de Whitechapel”. Solo cinco (llamados los cinco canónicos) de los once delitos son asociados directamente a “el Destripador”. La mayoría de los expertos señala los cortes de garganta, la mutilación abdominal y genital, la extracción de órganos internos y las lesiones faciales progresivas como rasgos distintivos del modus operandi del famoso asesino en serie.

El cuerpo de la primera víctima de Jack fue descubierto el viernes 31 de agosto de 1888 en Buck's Row (calle Durward actualmente), Whitechapel. Su garganta había sido seccionada profundamente por dos cortes, mientras que la parte inferior del abdomen se hallaba parcialmente desgarrada por una herida profunda e irregular. Muchas otras de las incisiones en la región abdominal fueron hechas con el mismo cuchillo.

El segundo cadáver fue localizado el sábado 8 de septiembre del mismo año, cerca de una puerta en el patio trasero de la calle Hanbury, en Spitalfields. La garganta también tenía dos cortes, mientras que las incisiones en el abdomen lo habían dejado abierto por completo y el útero había sido extraído del cuerpo. Uno de los testigos declaró haber visto a la victima poco antes de su asesinato, junto a un hombre de cabello oscuro con aspecto distinguido pero desharrapado.


El tercer y cuarto asesinato, se conoció como “el doble acontecimiento”, ya que ambas fueron asesinadas en la madrugada del domingo 30 de septiembre. La primera se encontró sobre la 1:00 en Dutfield's Yard, cerca de la calle Berner (ahora avenida Henriques) en Whitechapel. La causa de la muerte era una clara incisión que cortó la arteria principal del lado izquierdo del cuello. Existen dudas sobre la atribución del tercer homicidio a Jack o si este pudo haber sido interrumpido durante el ataque, puesto que no se encontraron mutilaciones en el abdomen. Los testigos ofrecieron contradictorias descripciones del acompañante de la víctima: algunos coincidieron en que su acompañante era blanco, mientras que otros decían que era de tez morena; de igual manera, unas versiones confirmaban que éste vestía ropa andrajosa, y otros señalaban que, al contrario, estaba bien vestido.

Por otra parte, el cuarto cadáver fue localizado en Mitre Square, en la Square Mile, solamente 45 minutos después de haber encontrado el tercero. En éste, la garganta había sido seccionada y el abdomen se hallaba rasgado completamente por una larga, profunda e irregular herida; además se extrajeron el riñón izquierdo y la mayor parte del útero. Un lugareño había pasado por esa misma calle, en compañía de un par de amigos, poco antes del asesinato, en su momento describió a la policía haber visto a un hombre rubio de apariencia raída con una mujer, que podría haber sido la víctima. No obstante, sus amigos fueron incapaces de confirmar dicha descripción.


El último de los asesinatos atribuidos a “Jack el destripador” se encontró el viernes 9 de noviembre en una habitación cerca de la calle Dorset de Spitalfields. El cuerpo de Kelly había sido descuartizado y su rostro totalmente desfigurado. Mostraba un corte que iba desde la garganta hasta la columna vertebral y al abdomen se le habían retirado completamente sus órganos y faltaba el corazón. Generalmente se considera que esta fue la última víctima del Destripador.

Se supone que los crímenes terminaron debido a la muerte del culpable, su encarcelamiento, su internamiento en alguna institución o su emigración. El expediente de los asesinatos en Whitechapel, no obstante, detalla otros cuatro asesinatos que ocurrieron después de los cinco canónicos.


La concentración de los asesinatos en los fines de semana y la ubicación a unas pocas calles de diferencia uno de otro, ha hecho que muchos concluyan que el Destripador era una empleado que trabajaba durante la semana y vivía en la misma localidad. Otros piensan que se trataba de un hombre de clase alta educado, posiblemente un doctor o un carnicero (ya que se pensó que el asesino tenía experiencia quirúrgica y anatómica. Los sospechosos propuestos años después de los asesinatos, incluyen virtualmente a cualquiera remotamente relacionado con el caso en los documentos contemporáneos, así como muchos nombres famosos que nunca fueron considerados en la investigación policial original.


Luego de clausurarse formalmente el respectivo expediente policial (en el año 1892) continuaron emergiendo a la luz pública nombres de individuos signados con similar suspicacia aunque, como es sabido, jamás se llegó a responsabilizar penalmente a ninguno de ellos, y el caso se mantuvo sumido en el más profundo de los misterios.


Uno de los nombres que más se mencionó como sospechoso de los crímenes de Whitechapel fue el de Montague John Druitt, un abogado hijo de un cirujano de muy buena familia. No hay evidencia sobre por qué se le consideró un sospechoso serio porque el expediente del caso sigue cerrado al día de hoy, y las únicas declaraciones públicas en su contra habían sido que era "sexualmente insano” y que además su propia familia creía que él había sido el asesino.

El 13 de septiembre de 1888 la policía detuvo a Joseph Isenschmid, que se dedicaba a la comercialización de piezas cárnicas. Un par de días antes de ese arresto, dos médicos de Whitechapel lo habían denunciado a causa de sus hábitos extraños, y su propia esposa declaró en su contra alegando que era violento, que siempre portaba encima grandes y afilados cuchillos, aún en los momentos en que la práctica de su oficio no se lo requería, y que había amenazado con matarla. Dado que se hallaba preso cuando acaecieron los homicidios del 30 de septiembre de 1888, fue descartado definitivamente como posible asesino de las prostitutas.


Robert D'Onston Stephenson, de cuarenta y ocho años en 1888, entraba y salía con cada vez más asiduidad del Hospital de Londres sito en Whitechapel, en donde lo trataban por sus afecciones psiquiátricas. Tenía fama de experto y practicante de magia negra. Tenía admiradoras que lo mantenían económicamente pues consideraban una persona excepcional. Por lo menos lo tuvieron como un ser extraordinario hasta cuando comenzó a volverse patente que el hombre desvariaba, pues pretendía, alternativamente, saber quién era el Destripador, o con un aire de misterio insinuaba que él mismo lo era. D'Onston llegó al extremo de denunciar a uno sus médicos tratantes acusándolo de ser el asesino. A su vez, un socio ocasional lo acusó a él de ser el destripador. El escritor Ivor Edwards plantea que Robert D'Onston en verdad fue Jack el destripador, y que sus homicidios se inspiraron en un ceremonial diabólico basado en la configuración de los lugares en donde aparecieron los cadáveres de las víctimas.


Severin Klosowski fue un asesino serial polaco que mató mediante envenenamiento a sus tres sucesivas esposas. Se lo condenó a muerte el 19 de marzo de 1903, siendo ejecutado por ahorcamiento el 7 de abril del mismo año en la prisión inglesa de Wandsworth. Asimismo se especuló que pudiese haber cometido los homicidios atribuidos al anónimo ultimador victoriano motejado Jack el Destripador. Aunque es cierto que residió en una zona cercana a dónde se consumaron los asesinatos, su instinto homicida se habría despertado años más tarde y, sobre todo, el modus operandi de un envenenador guarda muy remota relación con las sangrientas carnicerías perpetradas por Jack el destripador.


John Pizer era un judío pobre que trabajaba de zapatero y portaba habitualmente un delantal o mandil de cuero cuando ejercía su oficio, y de ahí su apodo “Mandil de Cuero”. El 10 de setiembre de 1888 fue arrestado y después de declarar se le exoneró de los cargos atribuidos y puesto en libertad el 14 de septiembre de aquel año, tras acreditarse que mientras se cometía el asesinato del 31 de agosto de 1888, él se encontraba junto a un grupo de curiosos contemplando el gran incendio desatado en Ratcliffe Highway, a varios kilómetros de distancia del escenario donde se cometiera aquel crimen.


La posibilidad de que el Dr. William Withey Gull fuera el asesino de Whitechapel está estrechamente ligada a la denominada “Teoría de la conspiración monárquico-masónica”.  El escritor Stephen Knight alegó que los crímenes cometidos en el este de Londres fueron obra de un grupo de asesinos, en el cual el papel de principal ejecutor se asignó al Dr. Gull. Su chófer, John Charles Netley, lo conduciría en su carruaje privado secundándolo en las tropelías, y un tercer participante (en apariencia el pintor Walter Richard Sickert) también lo pudo haber ayudado. Pero, claro está, el auxilio mayor para que el ejecutor saliera impune lo suministrarían altas autoridades del gobierno monárquico y de la orden masónica, a la cual el doctor pertenecía. El galeno habría sido contactado por jerarcas del gobierno británico para poner fin a la amenaza de un chantaje contra la Corona que pretendían llevar a cabo alguno de las prostitutas asesinadas. La excesiva crueldad de los homicidios, radicaría en el desorden cerebral que afectaba al facultativo, que en 1887 sufrió un ataque cardíaco que le produjo afasia, trastorno generador de estados de alucinación. El trastorno que padecía transformó al respetable galeno en el monstruo que la posteridad conocería como Jack el Destripador.


También la nobleza se vio afectada por esta serie de crímenes. Uno de los principales sospechosos fue el duque de Clarence, el príncipe Alberto Víctor, hijo del rey Eduardo VII y nieto de la reina Victoria. Tenía 28 años en el momento de los crímenes, y murió poco después de consumados esos crímenes en una clínica privada por enfermedad. Según parece, el joven príncipe era un apasionado de la caza con todo su ritual y crueldad, aunque nunca se le consideró como un hombre violento; además era un asiduo visitante de los prostíbulos.


El pintor impresionista británico Walter Richard Sickert fue un tardío nominado a la identidad de Jack el Destripador. Al igual que ocurriera con el príncipe Alberto Víctor y con el Dr. William Gull, su nombre empezó a destacarse en este caso criminal a partir de la teoría de la conspiración monárquico masónica. La diferencia con los otros dos personajes históricos antes mencionados reside en que, mientras el aristócrata y el galeno nada hicieron para verse involucrados con la tétrica figura del Destripador londinense, Walter Sickert, en cambio, vivió obsesionado con este homicida múltiple. De tal extraña obsesión hay sobradas pruebas, pintó lienzos como “Jack en tierra” y “El dormitorio de Jack el Destripador”. Otras obras pictóricas que hoy día se exponen en la Galería Tate también serían reflejo de las matanzas victorianas.


James Kenneth Stephen fue un poeta y abogado inglés de familia aristocrática, que además trabajó como profesor del nieto de la Reina Victoria, el Príncipe Alberto Víctor. Terminó sus días recluido en un hospicio aquejado de desórdenes mentales. Se caracterizó por ser en extremo misógino, y este rasgo visible en algunos de sus más violentos poemas indujo a sus detractores a especular que pudo haber perpetrado los crímenes de Whitechapel.

También fue sospechoso John Williams, un prestigioso cirujano vinculado a la casa real británica, que en el tiempo de los asesinatos victorianos trabajaba en la enfermería del Hospital de Whitechapel. Se manejó que habría tratado por enfermedades venéreas a algunas de las víctimas; el bisturí con que practicaba las mutilaciones es una reliquia que actualmente se exhibe en el Museo de Gales. No quedan claros los motivos que lo podrían haber inducido a emprender la masacre. Pero también se sospecha que en realidad quien cometía los asesinatos era su mujer  Elizabeth Williams, quien mutilaba a las prostitutas movida por celos y envidia al ser ella infértil.


Pero el más serio sospechoso para Scotland Yard, en época contemporánea a los crímenes, lo constituyó el curandero y seudomédico estadounidense Francis Tumblety. En el año 1993 se encontró una vieja carta que informaba que el sospechoso preferido estaba mencionado en un expediente secreto de la Policía Metropolitana, donde se lo designaba como “Dr. T”. Sin dudas se hacía allí referencia al aludido Francis Tumblety, al cual se lo consideraba un sujeto afectado por una grave psicopatía sexual (eufemismo para referirse a la homosexualidad en aquel entonces) y que sentía un odio patológico por las mujeres. En aquella carta se relataba cómo ese individuo cometió ofensas antinaturales en la vía pública, siendo arrestado in fraganti el 7 de noviembre de 1888, aunque el reo logró salir de inmediato libre bajo fianza. El 16 de noviembre de ese mismo año fue acusado formalmente y compareció ante una corte británica. Cuatro días después se celebró una audiencia tras la cual se pospuso el proceso hasta el 10 de diciembre. Pero antes de llegar esa fecha, el encausado aprovechó su libertad condicional huyendo de Inglaterra rumbo a Francia, utilizando el falso nombre de Frank Townsend. Arribó a tierras galas el 24 de noviembre, y desde allí viajó a Nueva York. Scotland Yard envió para capturar al prófugo a uno de sus más destacados investigadores. Este detective iba secundado por otros dos inspectores y gozó del apoyo logístico de la policía estadounidense. Sin embargo no pudo atrapar al escurridizo Tumblety. No pudieron capturar al prófugo, y éste concluyó sus días falleciendo en Missouri en el año 1903.


Se especuló que Scotland Yard no habría enviado a sus agentes a otro continente para arrestar a un vulgar ofensor contra la moral que había faltado a su palabra. Realizar un despliegue espectacular sólo para castigar a un delincuente tan menor parece impensable. La explicación sería que en realidad la policía trató desesperadamente de enmendar el error de haber dejado escapar a aquél que las pruebas acusaban como el asesino de las prostitutas de Whitechapel. Al menos así lo sostiene la hipótesis que le asigna a este hombre la identidad del anónimo Jack el destripador.

Los asesinatos del Destripador marcaron una importante línea divisoria respecto al tratamiento de los crímenes por parte de los periodistas. Aunque no fue el primer caso de un asesino en serie, Jack el Destripador fue el primero en crear frenesí mundial en los medios de comunicación. La naturaleza de los asesinatos y de las víctimas llamó la atención sobre las pobres condiciones de vida en el East End, al mismo tiempo causó como resultado que la opinión pública se manifestara en contra del hacinamiento y la insalubridad en los barrios bajos. En las dos décadas posteriores a los asesinatos, los peores aspectos de aquellos barrios fueron eliminados o, en su caso, demolidos, aunque las calles y algunos edificios sobrevivieron y la leyenda del Destripador es promovida por medio de un tour por los sitios de los asesinatos.



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